Su mente vibraba tantas imágenes que le era imposible pensar en otra cosa que no fuese en un arco iris de 12 colores inventado por sus ojos color miel.
Subió a lo alto de semejante grandeza para divisar el río Paraná. Si bien su congoja seguía inmutable, de a poco la brisa fue llenando aquel espacio vacío de cuentos de hadas, de príncipes y princesas.
El olor a humedad engrandecía sus pulmones y el sol primaveral hacía relucir sus pestañas castañas.
De a poco la felicidad brotaba por su pecho.
Bajó con aires de grandeza, suspiró intensamente al pisar la escalinata interminable y sintió que el día comenzaba a ser perfecto. Error, iba a ser mucho más que eso.
Ahí, sentado en un sombrío banco estaba él, el causante de su tristeza. Aquel hombre que pensó no volver a ver por el resto de su vida.
Atormentada, sin poder si quiera respirar, temblando de dolor, o quizás de nerviosismo, quedó inmutable a tan solo 20 pasos del flaco de jeans rotos y zapatillas gastadas.
Él, sorprendido de la presencia de quien creía ausente, tiró con todas sus fuerzas el ancla de chocolate que guardaba en su bolsillo derecho y con una precisión envidiable enganchó los labios de la pobre mujer. La arrastró esos 20 pasos por el parque y la acercó a su boca. No le importó lamer la sangre que brotaba de la herida de su labio inferior. Tantas veces y en silencio pensaron ambos este momento. Tantos recuerdos llegaron a esos cuerpos, que la fusión fue instantánea. No hubo broncas, ni tristezas. Se amaban, sin duda alguna, se amaban.
La distancia fue solo un recuerdo, y las palabras, de aquel muchacho, "el muy madurito", según ella, fueron efímeras. Ya no importó el porque de su viaje, ya no importó que haya sido ella el porque.
1 comentario:
Jajaja, Sos enorme Micaela... me imagine toda la escena. fantastico. (piel de gallina:ON) jaja... Gracias mujer. Ahora, voy a segur alimentandote con mis ideas rebuscadas. Asi afilamos una buenas historias. :)
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