El silencio, quien hace tiempo era mi fiel amigo, se fue
llenando de ruido. Se llenó de ella, de amistades, de llantos, de risas.
El silencio de mis noches en vela, se fue
agotando.
Sabía que volvería, no cuándo, pero lo sabía. Y llegó.
Fue aterrador volver a sentirlo. Y aunque suene raro, a oírlo.
Se presentó así, de la nada, una tarde. Fue la tarde en que
volví a sentirme sola.
Sola, en la soledad del silencio.
Y mi amigo, depredador de mis peores sentimientos,
nuevamente se convirtió en sonido. Mis pensamientos se hicieron eco en la
soledad de mi casa. Pude sentir todos aquellos ruidos que había olvidado.
El tic tac del reloj comenzó a atormentarme otra vez. Estaba
sola. Sola otra vez.
Mi respiración se agitaba y pude sentir el maullido del
gatito que siento en la garganta cuando se me cierra el pecho. Me estaba
volviendo loca. Loca otra vez.
Mi corazón comenzó a latir al mismo ritmo que el puto tic
tac de mi reloj de pared. Ahora recuerdo porqué lo odiaba.
Me estoy odiando. Me fusiono al silencio, mi boca se borra.
Enmudezco.
Soy silencio, como
otras veces fui calle. Soy los ruidos de mi propio silencio.
2 comentarios:
Un silencio así es el peor de los amigos, en realidad. Me ha gustado mucho el relato. :-)
atlantis2050.blogspot.com
Hello. And Bye.
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