martes, 27 de mayo de 2014

Viento

Como en un tremendo trabalenguas de palabras me sumerjo en lo profundo del viento. Todo elemento de la naturaleza tiene un fondo. Un tope. Algo que te hace tocar el suelo.
Y el viento es tan fuerte que mi pelo baila al ritmo de esa música que suena bajito. Vos la cantás.
Abro los brazos, los estiro con firmeza y siento esa energía que llega hasta la punta de mis dedos.
Cierro los ojos, respiro profundo, los abro y lloro.
Es solo una pequeña lágrima que se deshace rápidamente.
Y vos estás ahí, eso me sorprende. Estás tocando la armónica en la esquina. El viento no movió un centímetro de tu pelo. Estás inmutable. Solo tocás y tocás y te dejás llevar por la música.
Mi mente entra en el dilema de siempre y mi corazón lo tiene muy claro. Se quiere acercar a compartir esas notas con vos, a inventar alguna nueva melodía para que le cantes por las noches de desvelo. No importa cuán fuerte es el deseo, me alejo.
Es mi cuerpo el que se siente cansado, me duelen los brazos, están débiles, se cansaron de remar en contra de la corriente. Ya no tengo fuerzas, camino cada vez más lento.
El desgano se apodera de mi alma y en un juego de opresiones en el pecho toda la fuerza que alguna vez tuve para acercarme hacen que en esta dicotomía de quererte tan cerca y sentirte tan lejos me desmaye en la espera y deje que el viento remolinante de esa fría mañana  me traiga hasta acá y me encierre de nuevo en estas cuatro paredes de la nada misma.


sábado, 24 de mayo de 2014

I

Lagos de deseos suspicaces se mecen entre mis piernas cansadas de nostalgias dulces.
Y la habitación ya no tan blanca, vacía de presencias que nutren mi cuerpo buscan ese algo.
Y ese algo es uno mismo. Es esa mano gigante que se mete por mi boca y me desgrana las viseras como si fuesen de barro.
Y de a poco voy perdiendo mis órganos.
Uno por uno pasan por esa enorme moledora de carne.
Ya no tengo estómago, ya no tengo pulmones.
Ya no tengo los mismos dolores, ni la misma angustia.
Y respiro porque me armo de nuevo, me hago fuerte. Porque tengo la capacidad de reinventarme como quiero y mis órganos vuelven a crecer para convertirme en otra cosa.
Y ya no duele lo que dolía, y ya no importa lo que importaba.
Respiro como quiero, siento lo que no quería sentir.
Y con ese cuchillo enorme que denomino cambio, abro mi cráneo como si fuese una cacerola repleta de preguntas y las elimino una por una. Explotan manchando toda la habitación con lo que queda de mi materia gris.
Y ya no pienso como antes, pienso lo que quiero. Pienso porque tengo la capacidad para hacerlo. Porque el cambio me pertenece y es todo mío. Me lo merezco.
 Y con este mismo cambio me corto las venas para llenarlas de música, para dejar que el arte fluya, para escuchar al Flaco cantar “Alma de Diamante” desde el cielo y sentirme, hoy, nuevamente, muy viva.


viernes, 23 de mayo de 2014

Cartas para inventar un color I

Así como el color sepia me regaló simpleza, al intentar inventarte un color vos  me regalaste libertar.
Tomé tu mano sin mirar atrás, me sentí plena. El mundo se hizo pequeño. Lo tomé entre mis manos, lo partí en dos y te regalé la otra mitad. Fue nuestro, y lo llenamos de besos en las calles, en los parques, y sobre todo en mi cama. Se lo mostramos a la galaxia entera y me reí de su cara de asombro.
Pero por esa incapacidad de ser feliz que el ser humano carga en sus espaldas, en el mismo lugar donde terminan todas mis historias, te dije hasta pronto.
en blanco y negro, esperando pintarse de vos
 La majestuosidad de la ciudad fue testigo de nuestro último beso. De mis lágrimas sobre tu hombro. De tu tristeza.
 La ciudad otra vez fue testigo del dolor.
 Tiré el pincel, lo dejé ahí, en lo alto de ese edificio, esperando que el frío lo congele y no me permita pintar más. No pude. No pude mi amor, no pude inventarte un color.
 Todavía estoy en blanco y negro. Todavía no me recupero, y tu escala cromática está apagada. No me permitiste tomarla y yo me rendí. El carboncillo se adueñó de mi alma.
Te miré con odio, con el odio más lleno de amor que se puede imaginar, amenacé con irme y me dejaste ir. La amenaza se hizo realidad y no pude evitar golpearte con palabras, que es la única manera que encontré para llegar a tu corazón.
Nos fuimos. Nos alejamos con ganas de más, con la tristeza en la garganta no dejando que el humo del cigarrillo pase con tranquilidad, con la tristeza que brota en tu estómago y hace que yo muera de dolor.
Nos dejamos sabiendo muy bien que el frío siempre pasa, que el pincel va a descongelarse, que yo voy a volver a tomarlo entre mis manos, que tu escala cromática se va a llenar de colores vivos.Que el mundo nos pertenece, que la galaxia se seguirá asombrando.



domingo, 4 de mayo de 2014

Borrando tus miedos

Quisiera borrar tus miedos con mis palabras,
sacar un pincel de mi boca e inventarte un color.
Un color que sea tuyo, distinto a todos los conocidos.
Un color que hable del lunar debajo de tu boca,
de tu sonrisa diferente a las demás.
Quisiera besar cada uno de tus miedos y soplar levemente. 
Tan levemente que el aire extenuado de mis pulmones los lleve lejos.
Quisiera pintar con mis manos tus ojos tristes,
ponerles ese destello que veo cuando sonreís y te olvidas del mundo.
Y lo hago, no te das cuenta pero te pinto dormida, ya no es un deseo. 
Y se, en el fondo de mi alma, que nada ocurre por casualidad.
Pintarte, reconstruirte, armarte despacito con caricias me llena el alma. 
Y de a poco día a día voy encontrando tu escala cromática, 
un sin fin de colores acordes a vos.
Dormí tranquila, quedate entre mis brazos.
Cuando ya no te des cuenta se habrá ido el dolor.