Cómo la inquieta la noche y el susurro del viento. Tan versátil es el movimiento de las hojas de aquél ciprés que no puede evitar sentirse apabullada, obnubilada por tanta belleza dormida.
Ella, puro ruido y algarabía se convierte en sombra de otoño cuando sus miedos aparecen.
Mis palabras de consuelo son ecos a la distancia. Yo no estoy allí. Y eso se siente.
Ella, incansables palabras perfectas que recorren mi cuerpo, está triste, vacía, lejana.
Y yo, o lo que queda de mi, nota su ausencia imperiosa al despertar sola en las mañanas.
Lejos, todo está lejos. Es difícil vencer los miedos a la distancia.
Mis brazos que servían de escudo, que daban fuerza y amurallaban sus miedos hoy están atados a mi espalda.
Las palabras sobran y son solo deseos. Ella y yo sabemos lo que falta.